No son todas pálidas, también hay buenas noticias que contar. En Merbourne, Australia, hay un bar cuyo propietario, Ben Whitaker, de origen neozelandés, que decidió donar parte de su ganancia a una entidad solidaria barrial de Monte Chingolo.
Los clientes de Final Step, al entrar a tomar un café, están colaborando con los chicos humildes de Monte Chingolo, Lanús. Así llega la ayuda a "La sartén por el mango", una asociación civil que alberga a chicos de bajos recuersos, que se financia con la ganancia de éste bar.
En la Institución, los nenes de entre seis y trece años reciben talleres educativos y además cultivan sus propios alimentos saludables que cosechan en su propia huerta que armaron en el predio. Hace tres años que funciona en Monasterio 1600, Monte Chingolo y ya recibió la visita de mas de 50 voluntarios de diversos países que se comprometieron con la causa.
Hace varios años, la argentina Valeria Taraborelli, de 36 años, y el neozelandés, Ben Whitaker, de 37, se conocieron en España. Se dieron cuenta que compartían la misma sensibilidad social y las ganas de ayudar a quienes no pasaban por su mejor momento, pasó un tiempo y cada uno regresó a su país. Mas tarde, Ben, se puso un bar en South Yarra y que parte de sus ganancias iría destinada a alguna asociación benéfica. Así que fue a Argentina y junto a Valeria recorrieron distintos barrios del conurbano. Llegaron a Lanús y conocieron la Fundación Arche, con quienes hoy articulan su trabajo.
Los clientes de Ben saben que parte de sus ganancias van destinado a niños con pocos recursos de Argentina. Los varios carteles que se pueden observar en su bar dan conocimiento de su acción solidaria, "Estuve mucho tiempo fuera del país y sentí el deseo de regresar a Buenos Aires a generar un cambio en la vida de los mas necesitados", afirma Valeria. Ella es profesora en artes escénicas y el programa tiene como misión "mejorar el bienestar y la infancia de los chicos que están en situación de vulnerabilidad, interviniendo en la educación, salud e inclusión social en el ámbito familiar y comunitario para que su futuro sea mejor".
"Mis clientes saben, por los carteles que están colgados en el local, que parte de lo que consumen va destina a chicos de la Argentina", pero él no es el único integrante internacional del grupo. Yustin Fayon, de 29 años, francesa, llegó a Argentina de casualidad y se quedó porque se enamoró del país y del proyecto. Al principio hacía un poco de cada cosa, sobre todo ayudaba en la cocina y limpiaba. Pero desde hace algunos meses empezó a centrarse mas en los talleres de yoga para nenes, que se suman a los otros talleres de música, teatro, expresión corporal y actividades psicomotrices.
El comedor está abierto de 12:30 a 16 hs. "Después del colegio, los chicos llegan y adquieren hábitos de higiene, comen, se cepillan los dientes y después comienzan las clases" explica Justine. La alimentación es lo que mas les preocupa a los organizadores, por eso se alimentan de lo que cultivan en su propia huerta. Buscan generar hábitos saludables desde pequeños, y que lo que ingieran sea lo mas saludable posible.
El bar de Ben genera un buen aporte al proyecto de dicha asociación pero no son suficientes para costear una organización que va en crecimiento cada día, por eso han encontrado otra manera de costear fondos, a través de eventos internacionales y locales. Ben suele realizar por Australia y Nueva Zelanda para dar a conocer el proyecto. Además, realiza eventos especiales y festivales a beneficio.
"Para mí, La Sartén por el Mango es un centro de aprendizaje, no sólo para los niños sino para cada persona que pisa el predio. Nosotros aprendemos lo mismo o mas que los niños", asegura Ben que actualmente vive diez meses del año en Argentina y los dos restantes visitando su antiguo hogar.
Actualmente, el proyecto va en crecimiento. Están construyendo una cocina mas amplia, para poder dictar clases a los padres para que en sus hogares puedan aplicar la misma costumbre de comer sano. Para sumar niños y talleres están construyendo un aula y un comedor mas amplio. Uno de sus anhelos es ampliar el cupo para poder recibir adolescentes porque cuando dejan el comedor a los 13 no tienen un espacio que los contenga o posibiliten herramientas para construir su futuro.
"Por ahora es sólo un sueño pero así también nació La Sartén por el mango. De un deseo, de interés y de ganas de trabajar. No desistimos, nunca bajamos los brazos y seguimos con la esperanza de poder concretarlo e ir a por mas", coinciden con emoción
Una bella historia que tenía ganas de contarles, con personas solidarias como protagonistas, héroes anónimos que dedican parte de su tiempo en ayudar a los demás. ¡Suerte para ellos en sus proyectos! ¡y larga vida a La Sartén por el Mango!