El hambre, un flagelo que todos
conocemos, algunos de lejos, otros de cerca y algunos ni siquiera saben que
existe. ¿Cómo se le explica a un niño que vive en Argentina, un país con todos
los recursos habidos y por haber, que no podrá comer? ¿Cómo se le explica que
los políticos que gobiernan su país ganan sueldos astronómicos, se movilizan en
coches de lujo y viven en suntuosas casas mientras que ellos no tienen siquiera
un techo donde refugiarse y que el dinero que podría darles un techo se gasta
para que otros, no él, puedan ver fútbol gratis? Políticos, por cierto, que los
incluyen irónicamente en todos sus discursos populares para hacer emocionar a
la muchachada. ¿Alguno de estos señores del poder ha visto alguna vez la cara
de un niño con hambre? Yo he visto niños harapientos en el corazón de Buenos
Aires aspirar cemento de contacto para no sentir hambre, perdidos en su propio
mundo, viajando a quien sabe donde en sus pequeñas mentes inocentes. Niños que
gastan vida más rápido que la suela de sus zapatos, que no van a la escuela porque deben trabajar. Adultos en cuerpos de
niño sin futuro y sin esperanza.
Un informe sobre la niñez
presentado por El Observatorio de la Deuda Social Argentina realizado por la Universidad Católica Argentina (UCA) nos
dice que dos de cada diez niños tienen las necesidades básicas insatisfechas. Necesidades
como alimento, ropa, abrigo, calzado y una vivienda digna así como insertarse
en el sistema educativo. Pertenecen a un núcleo duro de la pobreza infantil que
se mantiene desde 2007 hasta ahora, a pesar de que disminuyó de manera
importante en ese lapso. Según ese informe,
que evalúa la evolución de la pobreza en el ámbito de la niñez y teniendo en
cuenta datos entre el 2007 y el 2011, esa cantidad de menores con las
necesidades básicas insatisfechas (NBI) persiste a lo largo de los años a pesar
de las políticas sociales.
En esos cinco años en los que se
midió la pobreza ésta tuvo un descenso del 10% pero las NBI de los chicos sólo
retrocedieron la mitad, por lo cual el 22% de los menores que residen en las
grandes ciudades de nuestro país lo hacen en viviendas precarias, sufre hacinamiento,
déficit en el acceso al agua corriente y al sistema educativo y casi el doble
no tiene gas en su casa. El 23% tampoco se realizó un chequeo médico en todo el
año pasado.
La coordinadora del estudio realizado
por la UCA, Lanina Tuñón, resaltó la importancia de la mejora en esos cinco
años pero hizo referencia al núcleo duro de la pobreza donde las políticas
sociales como la Asignación Universal por Hijo no parecen modificar
significativamente. “Tiene un nivel de cobertura importante respecto que llegó
a los sectores que tenía que llegar en términos de pobreza, pero hay un 20% de
la infancia que no recibe ningún tipo de asistencia social y que de ese
porcentaje, un 38% es pobre por ingresos: son 650 mil chicos de las grandes
ciudades de Argentina que no reciben beneficio de ningún plan social” afirmó. Esta afirmación disiente y mucho de la versión del Gobierno Argentino en su página web. Además, evaluó, “que el impacto del programa
no fue como se esperaba. Por ejemplo, en la inclusión en el mundo educativo y
en la baja en la tasa de inseguridad alimentaria no observamos cambios”.
Todos los chicos son iguales en
sus derechos, pero a la hora de que éstos se implementen, no; mientras los
sectores medio – altos invierten fuertemente en la infancia el resto debe esperar una apuesta fuerte del
Estado y la brecha educativa se asienta, afirma el informe.
Según las conclusiones del
Observatorio Social, entre 2007 y 2011 la desigualdad en los niveles de
inclusión en el nivel inicial se mantuvo y los niños de entre 6 y 12 años de
estrato social muy bajo tienen tres veces mas chances de ir a la escuela con
sobre-edad. En tanto, un 28.2% de los adolescentes urbanos se encuentran en
situación de rezago educativo, osea, no asisten a la escuela o cursan en algún
año inferior a su edad.
A casi la mitad de los chicos de
las grandes ciudades del país nadie les lee un cuento y mas del 10% no festeja
el día de su cumpleaños. Mas grave aún, el 36.4% es víctima de agresión física.
Fuente: www.eldia.com.ar
– Periódico El País